La realidad tecnológica avanza a un ritmo que deja obsoletos no solo dispositivos o metodologías, sino también marcos normativos que nacieron en un contexto totalmente distinto al actual. En el ámbito de la ingeniería técnica de telecomunicaciones, este desfase normativo es hoy más evidente que nunca.
Las cuatro especialidades oficiales que definen nuestra profesión —Instalaciones Telegráficas y Telefónicas, Equipos Electrónicos, Radiocomunicación, y Sonido e Imagen— fueron fijadas en 1969 mediante el Decreto 148/1969, en una España pre-democrática y en un escenario tecnológico que nada tiene que ver con el ecosistema digital de 2025. El Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicaciones (COITT) nacería pocos años después, en 1974, con unos estatutos que, lógicamente, asumían esas mismas especialidades como referencia para el acceso colegial.
Hoy contamos con unos estatutos actualizados (RD 4/2018, de 12 de enero) que exigen, para la colegiación, estar en posesión del título universitario oficial de Ingeniero Técnico de Telecomunicación o del Grado que habilita para el ejercicio de esta profesión regulada. Sin embargo, la raíz del problema sigue siendo la misma: la Orden CIN 352/2009, que determina los títulos universitarios que habilitan para la colegiación, mantiene exactamente las mismas cuatro especialidades diseñadas hace 56 años.
Mientras tanto, las universidades españolas han evolucionado a gran velocidad, impulsando nuevos grados y másteres alineados con sectores punteros y de máximo interés estratégico para el país. Titulaciones como:
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Ingeniería de Sistemas de Datos
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Ingeniería en Ciberseguridad
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Ingeniería Biomédica
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Ingeniería en Neurotecnología
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Ingeniería IoT
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Ingeniería en Inteligencia Artificial
Ninguna de ellas existía —ni conceptualmente— cuando se redactaron las especialidades de 1969. Hoy, sin embargo, representan líneas críticas para la competitividad industrial, la digitalización y la transición tecnológica del país.
El problema es claro: todos estos titulados están quedando fuera de los colegios profesionales. No pueden colegiarse, no pueden acceder a las ventajas de la representación profesional, no pueden beneficiarse de la ética colegial, la defensa ante intrusiones profesionales, los servicios de orientación, la formación continua, las oportunidades laborales o el networking que ofrece una corporación profesional como la nuestra.
Estamos perdiendo a toda una generación de ingenieros que deberían estar incorporándose a la estructura colegial para reforzar su desarrollo profesional… y también para fortalecer la capacidad del país de afrontar los desafíos tecnológicos que nos esperan.
Desde el COITT defendemos firmemente que es el momento de actualizar la normativa. El Gobierno de España debe facilitar —e impulsar— la apertura de los colegios profesionales a estas nuevas titulaciones universitarias, que ya forman parte indiscutible del presente de la ingeniería.
Como ejemplo del creciente vínculo entre tecnología y sectores estratégicos, comparto este análisis publicado por Redacción Médica, que refleja cómo el futuro de los hospitales pasa inevitablemente por la interrelación entre sanidad e ingeniería:
https://lnkd.in/dUbsfxZH
La ingeniería evoluciona, la sociedad evoluciona. Es hora de que también lo haga el marco regulatorio que define quién puede —y quién no puede— ejercer y colegiarse. El futuro profesional de miles de ingenieros, y la competitividad tecnológica del país, dependen de ello.
Luis Miguel Chapinal
Decano del COITT/AEGITT
