Hoy nos acercamos a la apasionante trayectoria profesional y personal de José Luis Fiol Valero, a través de su libro “Toda una vida”. Recuperamos su valioso testimonio y le rendimos un cariñoso homenaje a nuestro compañero.
Nací, el 5 de abril de 1928 en Valencia, en la calle Guillén de Castro, número 133. Me bautizaron con el nombre de José Luis Fiol Valero. Mis padres eran Luis Fiol Alos, industrial, y mi madre Carmen Valero Gimeno, maestra, con cinco títulos universitarios.
Estudié en el colegio de los Escolapios en Valencia, tres años después continué mis estudios en el Instituto Luis Vives. Como vivía en Silla, me desplazaba todos los días en el tranvía.
Por aquella época, tendría unos catorce o quince años, hice un curso de radio por correspondencia. Aprendí electrónica a un nivel suficiente como para comprar los materiales en una tienda de electrónica en Valencia y montar y ajustar un receptor de radio que estuvo funcionando en casa de mis abuelos, donde vivía con mi madre.
Quería ser piloto, pero, ante el temor de mi madre a que tuviera un accidente aéreo y se quedara sin hijo, me matriculé en una academia Dobao – Diaz Guerra de Madrid, para estudiar por correspondencia el examen de ingreso en la Escuela Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, y poder obtener el título de Ayudante de Ingeniero de Telecomunicación.
Después de un año en las convocatorias de junio y de septiembre, solo aprobé dos asignaturas, de mil doscientos alumnos presentados solo aprobaron veintiséis. En 1949, a los veintiún años, dada la dificultad de aprobar estudiando por correspondencia, por deseo expreso de mi madre, me traslado a estudiar a Madrid en la misma academia. Mis primeros días y recuerdos de mi estancia en Madrid, fueron muy deprimentes, solo, sin conocer a nadie, y en una pensión compartiendo habitación con el novillero Pepillo de Valencia.
En una librería, cerca de la pensión donde vivía, compré un libro titulado “Como ser feliz y disfrutar de la vida”, de Dale Carnegie, tras su lectura y seguir sus consejos, llegué a la conclusión de que estudiar era necesario, pero al final, lo más importante era aprender a ser feliz.
Por las tardes, asistía a la academia Diaz Guerra para preparan los exámenes de Ingreso y entre las convocatorias de junio y de septiembre, aprobé todo menos una asignatura.
En 1950 tras volver a suspender la asignatura que me quedaba para el ingreso, en paralelo, me presenté y aprobé unas oposiciones para Operador Técnico de Telefónica. Estaba realizando el cursillo en Telefónica para incorporarme a trabajar, cuando en septiembre aprobé ingreso en la Escuela Oficial de Ingenieros de Telecomunicación y abandoné el cursillo.